La artritis reumatoide en España

Cerca de 300.000 personas en España se levantan cada mañana con molestias en las manos, las rodillas y los tobillos. Algunas veces esta dificultad para mover las articulaciones viene acompañada de dolor e inflamación, que hace que los pacientes necesiten al menos una hora para «ponerse a punto» y enfrentarse a su rutina diaria.

Además de estos síntomas, la artritis reumatoide puede causar otros trastornos en determinados órganos y tejidos del cuerpo, como los pulmones, la parte blanda del ojo, bazo y vasos sanguíneos. Hasta el momento, no se ha encontrado el origen de esta patología, aunque hay indicios que apuntan a la existencia de determinados factores genéticos y ambientales que contribuirían a su desarrollo. En los pacientes con artritis, por error, el sistema inmunológico reconoce como extraña la membrana sinovial de las articulaciones que desencadena una inflamación provocada por los ataques del propio organismo.

 LAS CIFRAS

Cada año se diagnostican en España 20.000 nuevos casos. Las cifras revelan que la población femenina se ve afectada de forma significativa, existen el doble de mujeres que de hombres y la incidencia es mayor en ellas, en una proporción de tres a uno, «que se debe fundamentalmente a una cuestión hormonal.

La artritis reumatoide no tiene un paciente tipo, ya que se presenta a cualquier edad, aunque lo habitual es que aparezca entre los 20 y los 45 años.

El carácter crónico de esta patología autoinmune junto a su rápido avance hace que la calidad de vida de los pacientes se vea mermada en muy poco tiempo. Peterson señala la importancia de una detección precoz «para evitar así la destrucción de las articulaciones y el aumento de pérdida progresiva de capacidades».

Esta enfermedad acorta, al menos, una década de su esperanza de vida de los pacientes que la sufren, pero más aún cuando afecta los órganos vitales. Al cabo de 10 años, menos de la mitad de los enfermos desempeña con normalidad su profesión, hecho que se traduce en casi un cinco por ciento de las incapacidades laborales y que obliga a cerca un 20 por ciento de los pacientes a permanecer en silla de ruedas o en cama.

Además del impacto en la vida cotidiana, provoca los costes económicos. Según la Sociedad Española de Reumatología en España las cifras superan los 2.250 millones de euros al año, casi unos 10.700 por paciente.

TERAPIA DE RESCATE

Cerca del 40 por ciento de las personas que reciben tratamiento basados en terapias biológicas no obtiene resultados positivos. «Estos pacientes ya han pasado por otras fases terapéuticas que no han conseguido aliviar el dolor ni disminuir la inflamación.

En este grupo se aconseja la aplicación de un nuevo fármaco, rituximab, que consigue frenar los síntomas en incluso llegar a inducir la remisión de la enfermedad». La llegada de este nuevo fármaco llegará a las farmacias españolas a principios del próximo año, pero Peterson subraya que de momento sólo se beneficiarán de sus cualidades aquellos pacientes que no hayan obtenido buenos resultados con los tratamientos actuales.

Este nuevo método terapéutico actúa sobre las células B –una clase de linfocitos– que se encarga de producir los anticuerpos y que juegan un  papel fundamental en la progresión de la inflamación que daña el hueso y el cartílago de las articulaciones. De momento el rituximab, un anticuerpo monoclonal, constituye el primer tratamiento de la artritis que se dirige de forma directa a las células B e interrumpe el avance de la enfermedad.

«En el estudio REFLEX, presentado recientemente en el Congreso Americano de Reumatología, se ha demostrado no sólo la seguridad de este fármaco sino también su eficacia en pacientes que han sido tratados durante los últimos 18 meses.

Hemos podido observar que pacientes que no respondían a ninguno de los tratamientos tradicionales han experimentado una enorme mejoría e incluso se han encontrado casos de remisión de la enfermedad», explica Marc Feldman, profesor del Departamento de Reumatología del Instituto Kennedy de la Facultad de Medicina del Imperial College de Londres.

Pero, de momento, el botiquín básico de los pacientes con artritis reumatoide pasa por diversas fases según el estadio de su enfermedad. «Al principio los afectados sólo precisan de antiinflamatorios y de determinados fármacos que alivien el dolor puntual. Conforme avanza la enfermedad se vuelve más resistente y se precisan medicamentos que actúen sobre las células responsables de la necrosis que destruye las articulaciones.

Entonces le toca el turno a los FAMES –fármacos antirreumáticos modificadores de la enfermedad– uno de los más conocidos el metrotexato», explica Feldman. La espera media hasta ser diagnosticado puede prolongarse hasta 18 meses. Con un diagnóstico precoz y la puesta en marcha de los tratamientos no sólo se consigue aliviar la sintomatología del paciente sino, en algunos casos, que la enfermedad remita. «En la actualidad resulta impensable que los pacientes con artritis no lleguen casi de inmediato a las Unidades de Reumatología.

Hace una década no contábamos con elementos terapéuticos que nos permitieran pensar no sólo en paliar y frenar los síntomas, sino en hablar de remisión en incluso en un futuro próximo de curación», explica Peterson. Para acortar esa espera la Sociedad Española de Reumatología (SER) ha creado cerca de 36 unidades de artritis en hospitales de todo el país, cuya disponibilidad hace más fácil la puesta en marcha de mecanismos preventivos en los primeros momentos de la enfermedad.

El estudio Emecar (Estudio de la morbilidad y expresión clínica de la artritis reumatoide), promovido y realizado por la SER, muestra una auténtica revolución en el tratamiento de la enfermedad a lo largo de los últimos cinco años. «No sólo se han introducido nuevos fármacos, sino que su repercusión positiva ha contagiado de entusiasmo a toda la comunidad médica y a los mismos pacientes », cuenta Peterson.

Al mismo tiempo este estudio ha permitido conocer las principales enfermedades asociadas a la artritis reumatoide. Entre las patologías asociadas a la artritis, se encuentran normalmente los trastornos cardiovasculares –trombosis, embolias, derrames cerebrales–, debido a la inflamación de los vasos sanguíneos.