Luisa tiene 37 años, mirada madura, y una sonrisa entrecortada que le impide relajarse. Está nerviosa, es normal, forma parte de la campaña “mujer y artritis reumatoide” y debe relatar públicamente la peor de sus pesadillas. Nadie la obliga, pero quiere hacerlo, ya que desea que la gente conozca la dura realidad de la enfermedad que truncó su vida hace cuatro años.
Una dolencia reumatológica caracterizada por la severa inflamación de las articulaciones y que imposibilita a quien la sufre para seguir realizando actividades cotidianas tales como coger un vaso o atarse los zapatos.
Sin embargo, en el caso de Luisa, no sólo peligraron sus quehaceres diarios, sino que su pasión también estaba en juego: la danza. «Cuando me detectaron la enfermedad yo trabajaba en el Ballet. Lo pasé muy mal, ya que de estar seis horas al día bailando y haciendo lo que más me gustaba, pasé a no poder moverme.
Llegó un momento en que necesitaba ayuda para sentarme en un sillón», explica pausadamente. «No obstante, los peores momentos fueron antes de saber qué era lo que me ocurría, el desconocimiento y la desinformación acerca de la enfermedad hicieron que deambulara por las consultas de traumatología sin recibir más diagnóstico que el de una simple sobrecarga. Primero en un dedo, luego en los tobillos y posteriormente en las manos. Yo sabía que no era normal, nadie tiene una sobrecarga durante cuatro meses. Pero no tenía contestación».
LA RESPUESTA
Todo cambió cuando Luisa fue a ver a un especialista en Madrid. «Allí, por fin, me dijeron que tenía artritis reumatoide y me pusieron en tratamiento. Era una terapia basada en medicación y rehabilitación». Este especialista, uno de los mejores «salvavidas» que Luisa se encontró en su camino, es también un miembro activo de la campaña y el encargado de explicarnos con más detalle los pormenores de la enfermedad.
«Es una patología muy dura, que afecta a alrededor del uno por ciento de la población, con mucha más incidencia en las mujeres. El problema es que es muy desconocida entre la gente y se tiende a confundir con la artrosis, una dolencia degenerativa que padecen las personas mayores y que no tiene nada que ver con la artritis reumatoide.
La enfermedad es crónica y se manifiesta en brotes, un día el paciente puede encontrarse perfectamente pero a la mañana siguiente tener una recaída. Por ello, nunca podemos hablar de curación, aunque sí de remisión», explica.
Con el doctor al mando y sabiendo concretamente qué era a lo que se enfrentaba, a Luisa no le quedaba otra: «Había que luchar». «Al principio, sólo podía llorar. Estaba angustiada y deprimida. Pero luego decidí enfocar la enfermedad de otra manera y fue entonces cuando me propuse volver a bailar. La directora del ballet me dijo que seguía contando conmigo y esto me dio mucha fuerza. Empecé a hacer ejercicios en la piscina para recuperar la masa muscular y pude actuar en la función del final de año», relata. «A partir de ahí, comencé una nueva etapa aprendiendo a vivir con mi enfermedad».
SUPERACIÓN
Y gracias a esa voluntad y fuerza, Luisa, junto con Ana, Felisa, Sofía, Alicia e infinidad de rostros anónimos ha hecho posible que hoy se hable de «mujer y artritis reumatoide». Este proyecto cuenta con la solidaridad de muchas caras femeninas conocidas como cantantes, actrices y escritoras.